8.12.08

igor stravinsky
17 de junio de 1882
6 de abril de 1971

La figurita hirsuta de Igor Stravinsky navega casi todo un siglo con fuerza aluvional. Bajo la tenue luz de una lámpara de gas, los reflectores o la vigilancia satelital, atraviesa un río que nace en el ocaso del wagnerismo y en su devenir se topa con las vanguardias, los desastres de la guerra y los totalitarismos; el cine, la TV, la posvanguardia, los Beatles y Vietnam, las computadoras y el estudio multipista. Una "permanencia" -para decirlo con una palabra que utiliza Pierre Boulez- que poco tiene que ver con cuestiones de longevidad.
Stravinsky es uno de esos ríos que arrastra y transforma a la música occidental. Aquel río nace en Oranienbaun, en el golfo de Finlandia, a unos 50 kilómetros de San Petesburgo, el 17 de junio de 1882. Hay, ahí, una ciudad que se moderniza, un entorno liberal, tostoiano y positivista que incluye propietarios, funcionarios e intelectuales, como la familia de otro petersburgués genial, Vladimir Navokov. Y de ese magma saldrá a conquistar el mundo apenas tres años después de graduarse como abogado. Lo demás es conocido. "La recepción masiva no basta. Escuchar ciertas combinaciones de sonidos es habituarse mecánicamente a captarlos, pues se puede escuchar sin oir, como se puede mirar sin ver", decía el hombrecito que escribió La Consagración de la Primavera, La Historia del Soldado, Pribaukti, la Sinfonía para Instrumentos de Vientos, la Sinfonía de los Salmos, Agon y Requiem Canticles. El mismo que antes que se inventara el disco de 33 revoluciones hablaba de "parálisis progresiva" y "embrutecimiento". Nadie como él -observa el compositor André Boucourechiliev, autor de uno de los ensayos más completos y esclarecedores sobre su obra- ha suscitado al mismo tiempo tantas pasiones opuestas, escándalos malentendidos.
Stravinsky innovador y reaccionario.
Bárbaro y domesticado.
Críptico y biodegradable.
Las polarizaciones, la verdades y los rígidos embanderamientos se volatirizaron. La temida ubicuidad musical que todo nivela se convirtió en telón de fondo de esta segunda naturaleza que es la realidad técnica. El presente es ensordecedor y disciplinario. A pesar de todo, "eschuchar" a Stravinsky sigue siendo una prodigiosa aventura. Acaso sus hallazgos, rupturas, ritornellos, metamorfosis, fugas y convergencias puedan comprenderse como parte de un mismo océano virtuoso.


Abel Gilbert
Revista CLÁSICA

1 comentario:

Gonzo dijo...

mucha pasion en lo escrito...
mucho amor al publicarlo...