Luis Franco
El trópico aquí rompe su dique de ascuas vivas
y el agua se desviste y revela de golpe
su desnudez velada de diosa primordial.
Lo genital del agua dulce de los orígenes
con su blancor de médula, de raíces, de cuna.
La espuma hecha relámpago que se torna costumbre.
El río que se tira de cabeza en el mar
(aunque está tan lejano) asumiendo en el día
la espantosa hermosura del incendio en la noche.
Millas y siglos de agua hecha emplumada flecha.
Lo fugaz y lo eterno en abrazo nupcial.
Un estampido inédito que se queda de guardia.
Un tumbo que resume los tumbos del océano
con trémolo que cala los huesos del planeta.
La tierra regresando a la edad del helecho,
mucho antes del verbo y del relincho, antes
de que árboles y bestias iniciaran su curso.
Humedad de diluvio de la piel hasta el alma.
Hombre,
aquí hallaron su pila bautismal tu alarido
y tu llanto y se ungieron tu pujanza y tu música.
Orografía de agua, orografía de agua.
El agua que se inventa un litoral en pie.
El río con su salto de ciervo o de arcoiris.
en ademán de Génesis, trazando su horizonte.
He aquí el río, amigos, izándose a sí mismo
entre árboles que roban su estatura a los vuelos,
desplegando de pronto su bandera de paz,
mejor que la del hombre con palomas y olivos,
creando con su espuma un alba permanente
(albo padre de todos los verdes de la tierra),
mientras de lo alto baja el clima de la orquídea.
Ya la geografía una albricia se vuelve,
amamanta los prados y las ganaderías,
reparte el pez y lleva a hombro nuestros barcos.
Júbilo semental encabritando furias.
Arrojo de los potros más intensos de América
trincando aquí los vientos de su ímpetu y sus crines,
ahogando sus relinchos en sudores de espuma.
Más por debajo de eso, ya la promesa en marcha
del tropel de millones de caballos de fuerza,
digo la fuerza uncida a rodajes y válvulas.
(El calor a trasmano del sol y los volcanes
y la luz sin permiso del fiat lux, amigos.)
Detrás del horizonte están los altos hornos
de la geología con su caldo de rocas.
La pampa con sus mieses y su pan para todos
y su nivel de piso de horno cabalmente,
y el girasol que rige el arco de los soles.
¿Aquí el agua es ya tiempo bajo un color de lápida?
Oh, ved hervir la vida en su cráter de espumas.
Y he aquí el hombre, el hombre tal como lo sabemos,
con su sandre en que corren el cosmos y la historia,
hospedando el abismo, temblando ante el enigma,
mas con su alma, arpa eolia, ebria del propio soplo.
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