14.9.09

LEGIÓN
HVT

"Mi nombre es Legión,
porque somos muchos."
Marcos 5, 9-10

No son pocas tus fuerzas.
Y ni mi inteligencia, ni la salud de mi corazón,
ni mi imaginación, ni mi profecía,
ni el vigor de mi abrazo
pueden contigo.

Antes, cuando era tu árbol joven en el mar,
nada sabía de ti,
ni esperaba encontrarte entre los médanos
ni puesto de pie en la sombra de mi cuerpo.

Es ahora, en mi mocedad,
después de haber sentido correr el látigo
por mi espalda,
y después, sobre todo, de conocer el amor del Altísimo,
que empiezo a conocerte a ti también.

Es ahora que te veo cruzado en mi camino.
Veo tu alto caballo oscuro,
veo tu lanza de ébano dirigida a mi pecho.

No son pocas tus fuerzas, no.
Tu mirada es como la del águila.
Tú ves y siempre tienes ante ti
los abismos arcanos de los mares.
Conoces el lugar donde la nieve fresca
oculta la hendidura de la piedra.
Los corderos temen tu sombra
cuando tus alas caen por las tardes
sobre la montaña.

El árbol joven en el mar
ni te conoce ni te teme. No es llegada su hora.
El mediodía lo escuda de ti mientras corre por la arena
cuando lucha con el viento, sereno como el arco.

Ahora, en la mocedad, es que voy conociéndote sin apremio,
ahora, después que el látigo ha dejado su niebla sobre mis
hombros
y un ligero cansancio cuelga su trofeo de mi cuello,
ahora, sobre todo, después de haber hallado
al Pastor
y de haber puesto mis manos sobre la fe
y de haberme apoyado con todo el peso de mi cuerpo
sobre su enterrada espalda.

Ahora es que conozco tus fuerzas y sé que no son pocas.
Es ahora que veo, ahora recién, la extensión de tu salto
y la velocidad de tu carrera,
y observo tu mentira y tu castigo
en tu fecho que finge respirar adolorido.

Mi mocedad camina y tiene un guía.
También su vista es como de águila.
También los abismos del mar
permanecen abiertos a sus ojos
en la tormenta como en la bonanza.
Pero su pecho no finge respirar, ni su corazón finge sangrar,
ni empuña lanza de ébano, ni sus manos están condenadas
a no poder unirse en toda la eternidad.
Él no cruza en mi camino oscuro caballo,
ni oculta la fuerza de sus hombros como tpu,
que llevas las cenizas del cóndor en la espalda.
Su mano no conoce el peso del venablo
pero sus hombros ha cargado
la nieve de la mañana,
la ha levantado de entre las zarzas.

Él es mi Pastor por un camino estrecho.
Él no cruza oscuro caballo en mi camino.
Él no esperaba mi mocedad alzado en los estribos.
No son pocas tus fuerzas, no. Ahora lo sé.
Y ni mi inteligencia, ni la salud de mi corazón,
ni mi imaginación, ni mi profecía,
ni el vigor de mi abrazo
pueden contigo.
El hombre solo no puede contigo.

Cuando era árbol joven no te veía. Ahora te veo.
Ahora te odio. Y te odiaré más todavía.
Porque tu pecho finge respirar y tus piernas fingen temblar
después de la carrera.
Porque odias la nieve fresca sobre sus hombros
y la sangre de su corazón.
Porque odias al Dios que me ha creado.
Porque odias al Hombre Dios que me ha salvado.
Porque odias, sobre todos los odios, al Hombre Dios.







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el blancor del día.
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