31.1.10

EL BARQUITO DENTRO DE LA BOTELLA
RGT

Era fácil cantar la canción junto al río,
pájaros del ocaso
hasta mi amor venían
desde las ramas,
querida.

Los recuerdos bajaban
desde mi alma,
hasta mis manos,
le ahuecaba nidos
como si fueran
pájaros.
Te envío desde lejos
mi amor;
barquito dentro de una botella
anduvo muchos puertos y en ninguno
echó anclas.

Un mascarón sombrío
y una vela
muy blanca,

Blanca como el silencio
que reposa en el río,
Como el agua del trino
y el corazón del viento.

Cuélgalo
en el escaparate de tus ojos,
y si los marineros preguntan quién lo hizo,
señala el horizonte dedos de Cenicienta.

Luego, entorna
los párpados
para que no
lo vean.




--
con mi piloto azul
y tus botas violetas
--

24.1.10

BASTA YA
1971
(Atahualpa Yupanqui - Pablo del Cerro)

¡Ay!, ya viene la madrugada,
los gallos están cantando.
Compadre están anunciando
que ya empieza la jornada... Ay... Ay...

¡Ay!, al vaivén de mi carreta
nació esta lamentación.
Compadre, ponga atención
que ya empieza mi cuarteta.
No tenemos protección... Ay.... Ay...

Trabajo para el inglés,
trabajo de carretero,
sudando por un dinero
que en la mano no se ve... Ay... Ay...

¡Basta ya! ¡Basta ya!
¡Basta ya que el yanqui mande!

El yanqui vive en palacio,
yo vivo en un barracón.
¿Cómo es posible que viva
el yanqui mejor que yo?

¡Basta ya! ¡Basta ya!
¡Basta ya que el yanqui mande!

¿Qué pasa con mis hermanos
de México y Panamá?
Sus padres fueron esclavos,
¡sus hijos no lo serán!

¡Basta ya! ¡Basta ya!
¡Basta ya que el yanqui mande!

Yo de pequeño aprendí
a luchar por esa paz.
De grande lo repetí
y a la cárcel fui a parar.

¡Basta ya! ¡Basta ya!
¡Basta ya que el yanqui mande!
¿Quién ha ganado la guerra
en los montes de Vietnam?
El guerrillero en su tierra,
y el yanqui en el cinemá.

¡Basta ya! ¡Basta ya!
¡Basta ya que el yanqui mande!


6.1.10

c) La necesidad de fantasía y su manejo

Antes de la invención de la fotografía, del cine y de la televisión, la inmensa mayoría de la población mundial, que casi nunca salía de su estrecho ámbito geográfico, sólo podía acceder a la información sobre el resto del mundo en forma oral, escrita o dibujada. Esa información, a menudo de tercera mano, solía insistir en los aspectos más fantasiosos al describir hombres, costumbres y tierras lejanas.

Aunque el acceso a los medios visuales masivos de comunicación permiten conocer ahora en forma más rápida y a veces instantánea lo que acontece en cualquier lugar del mundo, aunque todos saben ahora que los seres humanos de todas partes, aun las más remotas, tienen la misma configuración física, cabe preguntarse si este hecho ha eliminado totalmente la distorsión que imponía el anterior aislamiento.

En un contexto social sumergido por la información cotidiana, que parecería acercar el conocimiento mutuo y un mayor discernimiento en el juicio acerca de los hombres que son nuestros contemporáneos, es fácil comprobar, por el contrario, que la mayoría de la gente tiende a establecer una escala de identidades que no responden a una comprensión ajustada a la realidad.

Las innegables necesidades de fantasía y asombro de otras épocas era servidas por grabados que mostraban horribles monstruos marino capaces de devorar barcos enteros o indígenas americanos con el rostro en el pecho. Hoy han sido suplantadas por naves espaciales capaces de aniquilar ciudades enteras y por seres extraterrestres verdes y con ojos fosforecentes. Pero junto a ese mundo fantástico, junto a las historias que nos cuentan las películas y cuyas anécdotas emocionan o divierten, junto a los héroes y villanos, existe una enorme serie de sub-datos que, junto con los principales -y tal vez más por su carácter no directamente impuestos- ejercen una enorme influencia subconsciente. La actividad ejercida por los protagonistas, su apariencia física, el medio en que se mueven, los objetivos que los guían y hasta la ropa que usan, más el contexto social, el lujo que a menudo rodea sus aventuras cinematográficas, son todos elementos que, justamente por figurar en un segundo plano, dejan una huella mucho más profunda de lo que pueda advertirse a simple vista y de las que el espectador es pocas veces consciente, atento al desarrollo de la anécdota.

La idea que un espectador medio tiene acerca de cómo son y cómo actúan una multitud de tipos humanos, está conformada, no por una experiencia directa o personal, sino, poco a poco, por la imagen que de ellos presenta la pantalla. La mayoría de los espectadores jamás ha frecuentado hombres de ciencia o millonarios, exploradores o actrices, ladrones o agentes secretos, pero la imagen que de ellos recibe va configurando un seudoconocimiento que hace de ellos ejemplos distorsionados de la realidad.

Más aun, el concepto que mucha gente se hace acerca de aspectos elementales de la vida de cada uno, como el amor o la conducta de los enamorados, pued gestarse en la visión -y asimilación- de decenas y decenas de romances prefabricados por guionistas y directores que procuran el mayor entretenimiento posible a sus historias, aunque éstas guarden poca o ninguna relación con la realidad. Estas presentan, además, protagonistas cuyo atractivo físico, desenvoltura, ostentación, y hasta capacidad erótica, establecen modelos difíciles de reconocer en la mujer y el hombre comunes.

Así, las cifras que hablan de millones de espectadores de la más variada composición geográfica y social pasan del concepto abstracto a una verificación concreta: son millones de espectadores cada uno de los cuales tiene una lengua, tradiciones, religión, ideas y conflictos muy determinados y que absorven periódicamente modelos originados en centros de cultura y vida social que, en la mayoría de los casos, difiere radicalmente de la suya propia.

Su experiencia personal sigue generalmente limitada a un contorno reducido, su experiencia cinematográfica le presentará, en cambio un mundo multifacético pero condicionado, cuyas imágenes se consideren las más convenientes por distintas razones: las más atractivas por razones comerciales; las más virtuosas por razones sociales y las más conformistas o virulentas, por razones políticas.


Capítulo extraído de:

El cine: Cara y Ceca

Simón Feldman (1984)